martes, 6 de febrero de 2018

Llámame Por Tu Nombre (Call me by your name) | Reseña



Por Eduardo León

Cuando menos te lo esperas, la naturaleza encuentra de una forma muy astuta nuestros puntos más débiles…

Es en aquel fragmento de diálogo en donde se simplifica la amenaza y toda la belleza en la que ondean nuestros sentidos e íntimas añoranzas, acerca del hipnotizante instinto del ser humano hacia el deseo y la atracción por la cautivadora figura del extraño. 

Situándonos en alguna parte de Italia en el año de 1983, el director Luca Guadagnino nos da el abrazo de recibimiento a un edén veraniego aislado entre la espesa y sosegada vegetación. Un sitio en el que Elio (Timothée Chalamet) y Oliver (Armie Hammer), comienzan a ser testigos de algo desconocido en sus jóvenes y adultas vidas. 


Estos dos sujetos montados en sus bicicletas, con sus gafas de sol y con atuendos livianos, guían nuestra percepción hacia los sugestivos paisajes de aquel tórrido poblado; en donde se yuxtapone la esencia de los protagonistas y su descenso por las cañadas que emanan un somnífero e innegable placer. 

Perseguidos bajo una propuesta intimista que compone los tejidos de un vínculo afectivo y transgresor. La narrativa fresca y minuciosa, exaltada por la fotografía y sonorización, embriagan de nostálgica voluntad a los presentes. Ocasionando una introspección en la hendidura refrenada por nosotros y por las dicciones impuestas socialmente. 


Un deleite visual y emocional en el que las diferentes formas artísticas y expresivas, se entremezclan para procrear aquel verso musicalizado, que insinúa la fragilidad y descomposición del individuo ante la madurez, el asombro y la intranquilidad. Causados por la inusitada presencia de lo atrayente, manifestado en la totalidad del hombre. 

Entre los viajes sobre dos ruedas, los encuadres panorámicos, las tonalidades efervescentes, la sutileza con la que la cámara retrata la conflagración interior. Con el sol provocando deseos presurosos y la ventisca que incita a la rendición, es como se concibe el hálito de libertad que se divisa en el bosquejo anatómico de lo que acontece en aquel verano del 83. 


Zambullirse en las cálidas aguas. Saborear un durazno y luego juguetear con él. Despabilar el cuerpo al ritmo de Love My Way. Acariciar la piel ajena. Sentir el cosquilleo de la excitación. Desfigurarse ante el orgasmo... Andar de aquí hacia allá movido únicamente por el azar de la naturaleza, por lo efímero del momento. Confrontar la oquedad, la edad adulta y ver en qué termina todo… De esta y otras maneras es como la película se graba dentro de nuestras vivencias. 

Llámame Por tu Nombre, es de aquellas cintas difíciles de expresar; que inspiran de la forma más cruel y humanamente posible. Dejando una resonancia que estimula al recuerdo cautivador y a la confrontación con nuestro presente inmediato, así como con la veleidosa posterioridad. 


No importa si el largometraje es digno de palpar el apetecido Premio Oscar. Sólo sé que resulta imposible digerir tan deprisa lo apreciado en aquellas dos horas de hermosa y tenue aflicción... Lo cual se agradece bastante. 

Los corazones de nuestros cuerpos nos fueron dados sólo una vez. Antes de que te des cuenta, tu corazón se habrá gastado. En cuanto a tu cuerpo, llega un punto donde nadie lo voltea a ver… Y mucho menos se acercan a él.

Trailer


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